Te quise, y por desgracia, seguiré haciéndolo.

Eran sus gestos, sus comentarios y sus gracias. Eran sus poses, su forma de expresarse y sus enfados tontos. Era su cara bonita, su mirada curiosa y su perfecta sonrisa. Eran sus consejos, sus ironías y sus frases típicas. Era su forma de tratarme, sus abrazos y su cariño. Era la forma de sus labios, el verde de sus ojos y el moreno de su piel. Era su increíble forma de hacerme reir, su manera de hacerme sentir especial y de ser especial para mi. Era la forma de sus manos, sus andares y su sofisticada forma de mirarme. Era él, con su manera de quererme y de hacer que no lo olvidara.

Dicen que los trenes, nunca pasan dos veces, que cuando se cierra una puerta otra ventana se abrirá. Que los cuentos, sueños son, que si las miradas matasen, habría lista de espera en el cementerio. Que cada siete segundos una pareja de todo el mundo fracasa, que las miradas se valoran más que las palabras. Que los supuestos regresos, nunca salen como uno quiere y que la frase -si te vas no vuelvas- me persigue. Que escucho esa canción y me obliga cada vez a recordarte, que me hundo, me hundo con tus palabras. Este valiente corazón se está pegando una sobredosis de cobardía, y qué menos, que darle la razón. Odio las despedidas montadas en un adiós, las miradas que desprecian, y sobre todo, me odio a mí misma por estar así, sobre una cuerda floja a punto de caer, pero bueno, me dicen que no llore, que no merece la pena, y empiezo a darles la razón. Que si me hundo, soy yo la que sufre, y hoy me he cansado de eso, me he cansado.